Más allá de disquisiciones, debates, críticas, matices, salvedades, claroscuros, o dificultades, el concepto de Recuperación (Recovery en Inglés) en salud mental habla de personas y de su posibilidad para concebir y construir una vida con sentido propio, autodeterminada, elegida libremente y de pleno derecho, más allá del diagnóstico clínico. En 1993 William Anthony ofreció su propia definición de recuperación, la cual mantiene su vigencia:
“Un proceso profundamente personal y único de cambiar nuestras actitudes, valores, sentimientos, metas, habilidades y roles. Es una forma de vivir una vida satisfactoria, esperanzadora y activa (…). La recuperación implica el desarrollo de un nuevo sentido y propósito en la vida…l”
Anthony, WA. Recovery from mental illness: the guiding vision of the mental health service system in the 1990s. Psychosocial Rehabilitation Journal, 1993, 16: 11 – 23.


Habitualmente el término recuperación se asocia al de “curación”, es decir “el restablecimiento o recuperación de la salud y eliminación de una enfermedad, una herida o un daño físico”. Esta concepción a la que algunos definen como “recuperación clínica” implica que una persona está “recuperada” cuando han desaparecido o remitido los síntomas asociados.
Sin embargo, cuando observamos la realidad de las personas con problemas de salud mental, no siempre se alcanza un grado tan completo de recuperación en este sentido. Por el contrario, se constata una amplia heterogeneidad, y ello comporta reconocer otra forma de recuperación en la cual las personas asumen un papel activo en la búsqueda de cómo vivir con un Trastorno Mental Grave más allá de la presencia o ausencia de síntomas. Es esta mirada, la que lleva a hablar de “recuperación personal” en comparación con “recuperación clínica” y sobre la que se construye el Enfoque o Modelo de Recuperación en Salud Mental.
La recuperación consiste en construir un proyecto de vida con sentido y satisfacción para la persona, definida por ella misma independientemente de la evolución de sus síntomas o problemas.
Representa un movimiento que se aleja de la patología, enfermedad y síntomas y se acerca a la salud, la fortaleza y el bienestar.
La esperanza es central para la recuperación y la persona la experimenta en la medida que vaya asumiendo un mayor control sobre su vida y percibiendo cómo otras personas la obtienen.
Se estimula y facilita el autocontrol (manejo de uno mismo). Los procesos de autocontrol son similares pero funcionan de manera individualizada, de manera diferente en cada persona.
Las relaciones de ayuda entre profesionales y pacientes se alejan del formato experto/paciente para acercarse al formato de entrenador o pareja de viaje en el proceso de descubrimiento.
Las personas no se recuperan solas. El proceso de recuperación está estrechamente relacionado con los procesos de inclusión social y con la capacidad de disfrutar de un rol social con sentido y satisfacción para la persona en el medio comunitario y no en servicios segregados.
La recuperación consiste en el descubrimiento o redescubrimiento de un sentido de identidad personal, separado de la enfermedad o discapacidad.
El lenguaje usado, las historias que se construyen y su significado tienen una gran importancia como mediadores del proceso de recuperación. Esta mediación puede, por un lado, reforzar una sensación de esperanza y posibilidades, o por el contrario, invitar al pesimismo y la cronicidad.
El desarrollo de servicios basados en la recuperación se apoya en las cualidades personales de los profesionales, al mismo nivel que su formación académica. Se han de cultivar habilidades para la esperanza, creatividad, cuidados, empatía, realismo y resiliencia.
La familia y otros allegados son a menudo cruciales para la recuperación y por tanto deben ser tenidos en cuenta cuando sea posible. Sin embargo, el apoyo entre iguales es central para muchas personas en su proceso de recuperación.